?Ahh!
Desperté en un sobresalto, con el pecho oprimido por un frío inhumano. La respiración entrecortada luchaba por acompasarse, mientras mis manos temblaban sobre las sábanas revueltas. Un eco sordo vibraba en mis oídos. ?Lo había escuchado en el sue?o? ?O lo había dado yo misma?
Suspiré y me llevé una mano a la frente, empapada de sudor.
—Parece que ha vuelto a suceder...
Mi mente, atrapada entre el sue?o y la vigilia, se esforzaba por aferrar retazos de lo que había visto. Como siempre, era difuso, intermitente, pero no por ello menos aterrador. Un vacío me tragaba, una sombra me envolvía y, en medio de todo, esa sensación de ahogo... algo me retenía, algo que no alcanzaba a comprender.
Me froté la cabeza con fuerza, tratando de recordar más esta vez. Pero al igual que siempre, los detalles escapaban como arena entre los dedos. Solo quedaba la certeza de que no era un sue?o común. Algo en mí sabía que era más que una simple pesadilla.
Finalmente, solté mis los hombros, intentando liberar la tensión que se aferraba a mi cuerpo. No valía la pena seguir ahondando en ello por ahora.
Me incorporé, dejando caer los pies sobre el suelo de madera. Las sábanas yacían en un desorden caótico, algunas de ellas esparcidas por el piso como si hubiese luchado contra algo en mi sue?o. Las recogí con un suspiro y me dispuse a arreglar la cama antes de bajar a tomar un ba?o.
El agua fría recorrió mi piel, borrando los rastros de inquietud que el sue?o había dejado en mí. Exhalé lentamente, sintiendo cómo la tensión se disipaba con cada gota que caía sobre mis hombros. Me sequé con calma y me vestí de nuevo, lista para empezar el día.
Bajé a la cocina y serví parte del estofado sobrante de la noche anterior. No era el mejor desayuno, pero al menos era rápido y sustancioso. Mientras comía, mi mente ya empezaba a planear lo que tenía que hacer.
Tendría que volver a ir de caza hoy. Las reservas estaban disminuyendo más rápido de lo esperado esta vez.
Además, tenía que ir al gremio. Había asuntos que atender y encargos que recoger. Seguramente habría alguna nueva solicitud interesante o algo con lo que ocuparme el resto del día.
Suspiré de nuevo y dejé el plato a un lado. Era mejor no darle tantas vueltas al asunto. Lo importante ahora era empezar a moverme.
Saliendo de casa, los primeros rayos del sol asomaban tímidos en el horizonte. Una vista hermosa, de esas que solo puedes apreciar viviendo lejos de la ciudad. Me gusta la tranquilidad. El bullicio de la gente nunca ha sido lo mío… aunque eso me haya ganado la fama de ermita?a.
El sendero que lleva a la ciudad atraviesa una pradera que aún brilla con el rocío de la ma?ana. Cada paso sobre la hierba húmeda es un recordatorio de por qué prefiero este lugar. Son solo diecisiete minutos de caminata, lo justo para que la ciudad y su ruido sigan sintiéndose ajenos a mí.
—?Oh! Buenos días, Celes. Tan temprano como siempre, ?no?
La voz de la se?ora Menli sacudió un poco mis pensamientos. Está como siempre, de pie junto a su puerta con una sonrisa amable. Su delantal gastado y las manos mojadas por lo que parecía ser lavar unas prendas en el balde junto al pozo.
—Buenos días, se?ora Menli —le devuelvo el saludo con una sonrisa que no logro mantener—. Sí, ya sabe, una aventurera debe aprovechar los primeros rayos del sol.
—Si eso es lo que dices… Pero ?y ese rostro? ?Te encuentras bien?
—Sí, se?ora Menli —respondo amablemente—. Fff, solo… un poco cansada, supongo.
—?Cansada, eh...? —Resopló con un tono de sarcasmo. Supongo que escuchar eso cuando el día apenas comienza, viniendo de quien fuese, sería extra?o—. Hay días buenos y días malos, ni?a.
—Lo sé, es solo que...
—Sí, sí. Sigue tu camino. Solo… lo que sea que tengas en la cabeza, no dejes que te distraiga demasiado. Como aventurera, un error puede costarte mucho.
Asentí con un nuevo intento de sonrisa.
Seguí mi camino hacia la ciudad mientras la dejaba atrás. Un pensamiento breve me asaltó:
"?Se sentirá bien ella estando en casa todo el día? Envejecer prácticamente sola no debe ser fácil..."
Encontrarme con ella esta ma?ana, más que cualquier otro día, fue cuando menos, reconfortante.
La ciudad estaba más despierta de lo habitual. La mara?a de pensamientos aún amenazaba con nublar mi mente. Una confusión que pesaba. Aunque hubiese encontrado un momento de paz, al parecer hoy estaba destinada a ser efímera.
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Algo no estaba bien.
Demasiada gente en las calles para ser tan temprano.
—?Te enteraste? Encontraron otro cuerpo, esta vez en la entrada del bosque.
—?Sí, sí! Cada vez están más cerca. Un día de estos simplemente aparecerá a pies de los portones principales...
—?Ni lo digas!
Mierda. Esa era la razón, y era todo lo que necesitaba escuchar.
"?Quién había sido esta vez?"
Tengo que informarme. Espero que Lark ya esté en el gremio.
El sonido de las puertas del gremio al abrirse se filtró a través del bullicio interior, resonando en mis oídos como un eco amortiguado. Crucé el umbral con paso firme, aunque la tensión en mis hombros delataba que aún no lograba sacudirme por completo los pensamientos sobre lo ocurrido en la ma?ana.
El aire dentro era pesado, cargado con el aroma de madera vieja, tinta y un deje metálico de armaduras mal cuidadas. Voces superpuestas llenaban el espacio, algunas en animadas discusiones sobre contratos, otras entrechocando con carcajadas roncas. El sonido del acero raspando contra el cuero de las fundas y el tintineo de monedas sobre la madera componían la sinfonía del gremio, una que, por costumbre, apenas registraba.
Aún así, para mí, el aire esta ma?ana se sentía pesado.
Las lámparas de velas del techo parpadeaban débilmente, como si una corriente invisible las perturbara. La luz moría en intervalos erráticos, dejando sombras inquietas que se alargaban sobre las paredes. Nadie parecía notarlo. O quizás, a nadie le importaba.
Un roce repentino en mi hombro.
Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente lo hiciera. No había tensión en el agarre, solo una presencia firme y familiar.
—Csilla. Parece que ya te has enterado, ?eh?
—Alaric. —Exhalé su nombre sin sorpresa antes de girarme—. Escuché algo cuando venía de camino. ?Alguna información?
él negó con la cabeza, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Nada todavía. Pensé que Lark podría haber conseguido algo.
—Entonces somos dos. Probablemente esté arriba con el Gran Maestro. últimamente parece tener cierto... trato preferencial con él.
—Ja, ja, ja. —La risa de Alaric fue breve, carente de verdadero humor—. Mejor nos movemos. No soporto ver a estos idiotas tan tranquilos cuando hay más muertos en la calle.
Asentí sin decir nada y retomé el paso, esquivando cuerpos sin esfuerzo. Alaric me siguió a pocos pasos de distancia.
—Hey, Csilla. —Su voz bajó un tono—. Te ves... diferente. ?Estás bien?
Un ligero escalofrío me recorrió la espalda.
"Carajo, ?Tan patética soy?"
Traté de relajar mi expresión, pero la pregunta ya había sembrado un peso molesto en mi pecho.
—No es nada.
—Hm. Bien…
No insistió, pero su mirada quedó fija en mí un poco más de lo necesario antes de dejar el tema.
El pasillo hacia las escaleras estaba más transitado de lo habitual. Escribas y administrativos cruzaban de un lado a otro con montones de papeles en brazos, algunos mascullando quejas entre dientes.
"Deberían contratar más personal. Aunque dudo que el gremio pague lo suficiente."
Cada escalón crujió bajo nuestro peso. La madera vieja traqueteaba con un eco bajo, como si la estructura misma nos recordara su antigüedad.
Al llegar al segundo piso, el ambiente cambió. Menos ruido, menos movimiento. Frente a la última puerta del pasillo, una sensación densa flotaba en el aire, casi tangible.
El Gran Maestro estaba adentro.
No hacía falta verlo para sentirlo. Su presencia pesaba en la habitación como un vestigio de los días en que fue uno de los hombres más poderosos de la ciudad. La edad había curvado su espalda y debilitado sus músculos, pero su autoridad seguía intacta.
Empujé la puerta con cautela.
Lark estaba allí, reclinado en una silla con la mirada fija en el techo, el ce?o fruncido en una concentración ajena. Frente a él, el Gran Maestro presionaba los dedos contra su frente, con los ojos cerrados, como si su paciencia estuviera al borde del agotamiento.
Había tensión en la sala.
Y no auguraba nada bueno.
Minutos después de que Csilla y Alaric entraran en la oficina principal del gremio, el ánimo de todos los presentes se había desplomado.
Lark permanecía en silencio, inmerso en sus pensamientos. Apenas pronunciaba palabra, su mirada fija en algún punto inexistente mientras trataba de atar cabos sueltos. Delvada, el Gran Maestro, había terminado de compartir con Csilla y Alaric la misma información que antes le había dado a Lark.
—Entonces, un semihumano nocthar, ?eh…? —murmuró Csilla, casi en un suspiro.
Los nocthar, una raza derivada de búhos y lechuzas, eran conocidos por su carácter sereno y su naturaleza observadora. Aunque el sospechoso fuese un semihumano, la mayoría de sus características raciales seguramente persistían: una afinidad por la calma, una notable percepción de su entorno y una lealtad inquebrantable. Eran pacíficos por naturaleza, pero no dudaban en defenderse si la situación lo requería.
Entonces, solamente…
—?Hay algún testigo? —preguntó Alaric con el ce?o fruncido—. Tengo entendido que ayer un par de grupos de aventureros, "Reto?o" y "Destello Lunar", estaban cerca cazando surxis.
—No vieron ni escucharon nada. —Delvada sacudió la cabeza—. Los interrogamos en cuanto regresaron. Ambos coincidieron en que no percibieron nada extra?o.
—Genial… —Alaric suspiró con pesadez—. ?Investigaron la vida de la víctima? ?Tenía enemigos? ?Negocios turbios, deudas, disputas con otros mercaderes?
—Para nuestra desgracia, es igual que las víctimas anteriores… —La voz del Gran Maestro sonó más grave de lo habitual—. Totalmente limpio. Solo tenemos el nombre del joven... Arc Crombus.
El aire en la habitación se volvió denso.
Los ojos de Csilla se abrieron de golpe. Su respiración se tornó irregular por un instante. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—?Su nombre… era Arc?
Un silencio momentáneo se apoderó de la oficina. Delvada la miró fijamente, Alaric frunció el ce?o y, de manera más sutil, incluso Lark alzó la vista.
—?Lo conocías? —preguntó Alaric, con más intriga que desconcierto.
—Ah, sí… —musitó Csilla. Su voz sonó más apagada de lo que pretendía—. Es... Era el hijo de Drowel.
El Gran Maestro se puso de pie de un salto. Su silla chirrió contra el suelo.
—??El hijo de Drowel!? —Su voz resonó con tal fuerza que incluso Lark pareció sobresaltarse—. ?Ese Drowel?
Alaric frunció el ce?o con confusión.
—?Eh? Creo que me perdí. —Se cruzó de brazos—. ?Quién es este "Drowel"?
Lark, quien hasta ahora había permanecido en segundo plano, se enderezó en su asiento. Sus ojos brillaron con una intensidad calculadora, como si una pieza clave acabara de encajar en su mente.
—Drowel Crombus… —murmuró, casi para sí mismo.
Delvada inspiró hondo. Cuando habló, su voz contenía una mezcla de rabia y a?oranza.
—Ex jefe de la tribu Bhuul de la raza nocthar. Nombrado "Abismo"…
—Maestro en estrategia —interrumpió Delvada, apretando los pu?os hasta que sus nudillos palidecieron—. Ex miembro del grupo "Luna áurea" y... Antiguo amigo mío…